No importa saber quien eres, ni de donde vienes, ni por donde vas.

POR SEBAS TRUJILLO

Una vez leí en un libro una frase que decía: »La danza es la forma de mostrar el sentimiento de nuestro esófago»  y qué razón tenía, deberíais ver cada muestra que nos dejan ver un viernes y sábado a deshoras cada vez que nos encontramos con ellos.
Ver como la vida y la felicidad surgía donde menos te lo esperabas.
En un pequeño tic seguido de una pregunta inocente.
En abrazos que abarcan suspiros.
En una cabeza bien alta.
En una canción que no sabemos.
En un idioma que no entiendes pero que su tono te lo cuenta todo.
En un bostezo a las 12:21 minutos de la mañana.
En una onomatopeya acompañada de un gesto.
En un silencio que grita miedo.
En un aplauso después de pedir una libreta.
En una mirada fija de esperanza a 4 ruedas.
En una carcajada muda.
En soñar sin lienzos, pintar sin colores.
En no conocer unas limitaciones.
En las ganas que pueden.
En 2 dedos señalando al hueco izquierdo del pecho.
En llevar la risa a un extremo para empezar a llorar en otro.
En vencer al miedo mirando un globo.
En signos que esconden un vocabulario.
En una receta de mamá para todos.
En un apoyo desde arriba para empezar desde abajo.
En una cámara tras una sonrisa de fotografía.
En un coreógrafo de escenario con tablas de madera fuertes.
En un director que escribió esta obra con su arte tan dramático, añadió la magia de Pina, y la dirigió hasta crear un termino propio con capacidad para ser compartido en sociedad.
En mí, que pensaba en la felicidad como esa intermitencia y procastinación del café a las ocho de la mañana de un lunes.

En un foco que ilumina solemnemente al personaje en el centro del escenario y oscurece los nervios entre bambalinas para un sábado en pleno atardecer…
Silencio navegantes, que empieza a sonar la felicidad incluyendo carcajadas desde el esófago como banda sonora.

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